Nueva publicación: Stellae
agosto 7, 2017Entrevista sobre Stellae Cadena COPE
octubre 26, 2018(Palabras del autor en el acto de presentación oficial del libro)
Hace 4.500 millones de años, en el brazo de Orión de la Vía Láctea, nació una estrella a la que hemos llamado Sol.
Tras la primera explosión de un minúsculo punto de luz… los átomos caen imantados, cada vez con mayor velocidad, atraídos hasta el centro de la masa negativa.
En el agujero abierto en el firmamento aumenta el vértigo y la presión; el gas se vuelve fuego.
La Protoestrella ya es visible en el interior de la galaxia como un pequeño punto luminoso con una masa que es… ¡cuatro mil veces la del Sol que conocemos!
En la bola roja envuelta en llamas los cambios se suceden con rapidez. Pasaron veintisiete millones de años hasta que se enciende e irradia energía que parece unirse con invisibles hilos a sus otras hermanas formando un teatro de marionetas de fuego…
Viviremos alrededor de nuestra estrella Sol diez mil millones de años, mientras haya hidrógeno….
¿No notáis que huele a humo de estrella en este punto del Firmamento donde vivimos a 150 millones de kilómetros de esa antorcha que ha sido clasificada como una enana amarilla?
Casualmente, los 5.500ºC de la fotosfera del Sol resultaron ideales para la formación de agua líquida en la superficie de un planeta rocoso que había escapado de sus tripas.
Y ha ido resultando que… cada molécula de calcio de nuestros huesos, las partículas de piedras preciosas que brillan en el iris de los ojos, el invisible impulso eléctrico que da órdenes desde nuestro cerebro ¡todo procede de nuestra estrella!
No es un ejercicio de imaginación, sino datos científicos, que nuestro cuerpo y la sincronía de nuestras funciones biológicas se han modelado con los elementos que nos ha regalado el Sol.
A lo largo de millones de años se han ido entremezclando los metales que guarda en sus entrañas esta gran piedra llamada Tierra de la que hemos emergido cuando se animaron el hierro, el litio, fósforo, azufre, que, cegados por los fotones que irradia su estrella, se asociaron, de forma inteligente o por casualidad, con las dos moléculas de hidrógeno y una de oxígeno que nos envuelven y nos han hecho tomar formas curiosas a los seres que habitamos este tercer planeta del Sol… formas de grandes osos o de minúsculas arañas de jardín, otros compañeros tienen raíces clavadas a la tierra y brazos de bellas maderas que se arropan con hojas.
Algunos personajes decidieron no separarse del todo de la Corona solar y viven entre cielo y tierra. A estos pájaros de espléndidos colores, a vosotros, humanos, a las hadas que imaginamos, a los ángeles que necesitamos, a los padres que nos precedieron en este planeta de agua y a las generaciones que nos sucederán y nunca conoceremos (o eso nos han enseñado a creer) va dedicado este libro en el que las estrellas se hacen de carne y hueso.
Con nuestros brazos y piernas, los frutos de la tierra, las mariposas y otros muchos habitantes, estamos en una órbita como jugando al corro y, lo sepamos o no, estamos unidos al núcleo del padre Sol del que vinimos.
Stellae es una fantasía en la que, atraídos por ellas, miramos a los destellos que apenas alumbran nuestras noches, aparentemente iguales y ¡todos diferentes!
Entre vigilias y duermevelas aprenderemos algunos de sus nombres de diosas, o de animales o instrumentos cotidianos que adornan el cielo.
También hay en Stellae, como entre las estrellas, agujeros negros, pozos de antimateria, astros caníbales que engullen todo lo que se aproxime, aunque se trate de sistemas solares enteros, antes de suicidarse para… tal vez… renacer en una joven nebulosa.
Calculan los sabios que al Sol le restan 5.000 millones de años de vida antes de consumir todo el hidrógeno de su núcleo; entonces se hipertrofiará hasta convertirse en una Gigante roja con un diámetro que ocupará toda la órbita de la Tierra, a la que engullirá después de a Mercurio y Venus.
Nuestro astro viajará durante millones de años, moribundo y convertido en una estrella enana blanca, un cadáver en la Vía Láctea del tamaño que tuvo su hija, La Tierra.
Os deseo que, antes de que desaparezca en una Nova Estrella toda el agua de los mares y de nuestras venas, disfrutéis de la amistad, de la familia, que aprendáis a volar como las aves, y en la noche, en voz baja, llaméis, como susurrando, a cada cuerpo celeste por su nombre.